Un prototipo de avión espacial debe cruzar el cielo de medio planeta el próximo miércoles. Del tamaño de un coche y dos toneladas de peso, el IXV (Vehículo Experimental Intermedio) europeo realizará su primer vuelo suborbital desde el lanzamiento en un cohete Vega desde la base espacial de Kourou, en la Guyana francesa, hasta el océano Pacífico, donde debe caer suavemente con paracaídas para ser recuperado por un buque. “Esta misión del IXV permitirá verificar sistemas avanzados y aspectos tecnológicos que proporcionen a Europa capacidad de reentrada autónoma en la atmósfera y un elemento básico para sistemas de transporte reutilizables”, declara la Agencia Europea del Espacio (ESA). “Se trata de un diseño que incorpora la simplicidad de las cápsulas y las prestaciones de los vehículos alados, con alto nivel de control y maniobra para realizar aterrizajes de precisión”.
El coste de la misión IXV asciende a 150 millones de euros, la lidera la empresa Italiana Thales Alenia Espacio como contratista principal y participan en ella unas 40 compañías europeas.
“Es la primera vez que Europa ensaya en vuelo un vehículo sustentador espacial, una tecnología básica para cualquier proyecto futuro, tanto en lanzadores, porque la tendencia general es a hacer sistemas reutilizables, como de cara a futuros sistemas europeos de vuelos tripulados”, apunta el ingeniero aeronáutico Miguel Belló-Mora, director de la empresa Elecnor Deimos, una de las tres (con Sener y GMV) que, con el desarrollo de los sistemas de navegación, guiado y control del IXV, tienen una contribución fundamental en el programa. “El IXV tiene aletas, pero no alas todavía, como los antiguos transbordadores de la NASA; ese salto lo dará Europa con el proyecto Pride, que debe desarrollar un avión espacial con alas y reutilizable, hacia 2018”, continúa.
El vuelo está previsto para el 11 de febrero, con el lanzamiento en un cohete Vega fijado para las 14:00, hora peninsular española. El IXV debe separarse del lanzador a 320 kilómetros de altura sobre la superficie terrestre y subir hasta los 450 kilómetros para luego descender y reentrar en la atmósfera, planeando, a unos 120 kilómetros de altura para pasar de velocidades hipersónicas a supersónicas; al final desplegará un sistema de paracaídas para frenar y caerá suavemente en el océano, donde se hincharán unos globos que deben mantenerlo a flote hasta que se acerque el buque Nos Aries a recogerlo. En total, 100 minutos en los que los 300 sensores y la cámara infrarroja del IXV tomaran miles de datos sobre aerotermodinámica, los sistemas de navegación, guiado y control y el comportamiento de equipos y materiales del vehículo.
El IXV es una nave automática que mide cinco metros de largo, 2,2 de ancho y 1,5 de alto. El ensayo estaba previsto para el pasado mes de noviembre , pero fue aplazado para verificar todas las medidas de seguridad de la trayectoria del pequeño lanzador Vega, diseñado para poner objetos en órbita polar, mientras que en este caso, el IXVvolará prácticamente sobre el ecuador del planeta. “La reentrada, que dura unos 20 minutos, a una velocidad de 7,5 kilómetros por segundo a una altura de 120 kilómetros creará las mismas condiciones que afronta un vehículo regresando del espacio, en órbita baja”, explican los ingenieros de la ESA.
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