domingo, 14 de diciembre de 2014

“Este brazo me ha devuelto las pequeñas cosas de la vida que te ayudan a sentirte mejor”

Magnus Niska y Max Ortiz, paciente e ingeniero de una prótesis biónica de brazo, visitan Madrid para alertar de la necesidad de que aumente la investigación en este campo

Lo importante del nuevo brazo de Niska es lo que puede hacer con él. Por ejemplo, echarse el ketchup en las patatas o comerse sus costillas con salsa barbacoa empuñando el tenedor en la mano prostética: "Me ha devuelto las pequeñas cosas de la vida que te ayudan a sentirte mejor, más útil. Con este brazo puedo volver a trabajar al 100%". Y no es el suyo un trabajo ligero: 12 horas al volante de un gran vehículo de seis ruedas en una mina. "Una semana descanso y la otra trabajo los siete días seguidos". Un paso de gigante para Niska, que perdió el brazo en 2003. 12 años antes se había caído desde una escalera de aluminio, haciéndose un corte en el brazo derecho que, con los años, acabaría desarrollando como un tumor que finalmente le tuvo que ser amputado.


Max y Manus en El Hormiguero

Max Ortiz, ingeniero, que dejó un buen trabajo en México, en Colgate Palmolive, para pasarse a la investigación, se quedó atónito cuando vio lo retrasada que se encontraba la ciencia en este campo. Y, en su opinión, las noticias que salen en los medios no ayudan: "Todos los días ves el nuevo titular con un brazo o una pierna prostética que se promete revolucionaria. Lo que no se dice es que la mayoría de estos prototipos no pasan del laboratorio porque la financiación desaparece". Por eso en el caso de esta investigación —coordinada entre la Universidad de Chalmers, el Hospital Universitario de Sahlgrenska y la empresa Integrum bajo el nombre de OPRA con un presupuesto aproximado de 110.000 euros— han preferido esperar a que pasara más de un año y que Niska comprobara que la cosa iba bien. 

Y, según el paciente, ha ido más que bien. Especialmente en relación con la prótesis que antes llevaba, la más común para amputaciones, una especie de calcetín adosado a un chaleco que constriñe el muñón. "Era algo incómodo que te querías quitar. No me permitía un movimiento total del brazo y funcionaba mal tanto con calor como con frío", explica Niska. Ahora puede hacer casi cualquier tarea por su cuenta, grande o pequeña, y a cualquier temperatura, porque los electrodos que transmiten la orden a su mano artificial están injertados en los músculos de su muñón. "Estuve de vacaciones en Puerto Rico y funcionó perfectamente. Y en mi país, Suecia, puedo trabajar con él a 35 grados bajo cero. No me lo quito ni para dormir". Tampoco para esquiar o irse de pesca con su pareja y sus tres hijos. "Hasta puedo jugar al hockey con ellos, si no me lanzan el disco muy rápido", dice con humor.

El reto ahora para Niska y Ortiz es seguir perfeccionando el invento. El brazo derecho de Niska puede moverse a cualquier altura, coordinarse con el izquierdo y, con una contracción del músculo, puede bloquear el codo en una posición fija. "Ahora hay que conseguir el giro de la muñeca y el movimiento de cada dedo", explica el paciente. Nadar, según Ortiz, también sería posible haciendo la prótesis impermeable y retocando el movimiento de la mano.

http://elpais.com/elpais/2014/12/10/ciencia/1418166539_574389.html

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