El paisaje natural de Río fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco por su poderoso arsenal de playas, verdes montañas, ensenadas, islas y lagunas. Pero no es oro todo lo que reluce. Y mucho menos oro olímpico. La bahía de Guanabara acumula desde hace décadas los desechos de nueve millones de personas. Cada segundo caen directamente a sus aguas más de 18.000 litros de residuos. Detrás de la postal de las playas idílicas de Copacabana e Ipanema hay otras, no muy lejos, en las que las aguas son de color negro, con bacterias que fácilmente podrían provocar hepatitis A y B o diarrea en el mejor de los casos. La joya de la corona es la KPC, una superbacteria resistente a la mayoría de antibióticos.
Desde que Sydney acogió en el año 2000 «los primeros Juegos Verdes de la Historia», el Comité Olímpico Internacional (COI) exige a las ciudades que organicen unas Olimpiadas sostenibles. La promesa eslimpiar el 80% de la bahía y dejarla lista para las pruebas de vela. Pero a día de hoy apenas se ha hecho nada y las autoridades ya han tirado la toalla. Se necesitarán más de 20 años para descontaminarla.
trella de la candidatura de Río fue precisamente
Sin embargo, la presión para que Río no haga un ridículo mundial crece cada día. Los regatistas no se cansan de alertar de que es peligrosísimo navegar en esas condiciones y el presidente de la Federación Internacional de Vela, Alastair Fox, pidió hace unos días que la zona de competiciones se traslade a mar abierto. Ante las críticas, los políticos responsables responden con ocurrencias pintorescas: el secretario de Estado de Medio Ambiente, André Corrêa, se lanzó hace poco al agua desde un velero para demostrar que la bahía no está tan sucia, al más puro estilo Fraga en Palomares. Sólo que lo hizo en la boca de la bahía, cuando la marea está alta y entra el agua limpia del océano.
Si el panorama en la bahía es desolador, la situación en el futuro puerto olímpico no es más halagüeña. La Marina da Glória es a día de hoy un lánguido rincón en el que reposan barcos de recreo, pero ya han empezado las obras para triplicar su capacidad y convertirlo en un gran puerto con capacidad para 655 embarcaciones. Para ello, se han talado más de 300 árboles del Parque de Flamengo, un jardín histórico diseñado por Burle Marx que vendría a ser el Central Park de Río de Janeiro. Los ecologistas hablan de crimen ambiental mientras las excavadoras preparan el terreno para los restaurantes y las tiendas de lujo. Para que la marina salga guapa en la foto, el Gobierno del Estado ya ha encontrado una solución de urgencia: soltarán unas bacterias y hongos que clarean el agua de forma artificial.
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