domingo, 17 de mayo de 2015

El ébola sobrevive escondido en el ojo de un médico

Cuando a Ian Crozier le dieron el alta del Hospital Universitario Emory (Atlanta, EE UU) en octubre tras una larga y brutal lucha contra el ébola que casi acabó con su vida, su equipo médico pensaba que ya estaba curado. Pero menos de dos meses después, volvía al hospital con problemas de visión, un dolor intenso y una creciente sensación de presión en el ojo izquierdo.
Los resultados de las pruebas fueron estremecedores: el interior del ojo de Crozier estaba repleto de virus del ébola.
Los médicos estaban atónitos. Se habían planteado la posibilidad de que el virus hubiese invadido el ojo, pero la verdad es que no esperaban encontrarlo ahí. Habían pasado meses desde que Crozier cayó enfermo mientras trabajaba en una sala de tratamiento del ébola en Sierra Leona, como voluntario de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Cuando salió del Emory, en su sangre no había virus del ébola. Aunque el virus puede permanecer en el semen durante meses, se pensaba que el resto de los líquidos corporales estarían limpios una vez recuperado el paciente. Pero no se sabía nada de la capacidad del virus para seguir agazapado en el interior del ojo. A pesar de la infección ocular, las lágrimas y la superficie del ojo de Crozier no tenían virus, así que no suponía ningún riesgo para nadie que hubiese tenido un contacto ocasional con él.
Cuando empezaron los problemas oculares de Crozier, él y el equipo del Emory sospechaban que el ébola había debilitado su sistema inmunitario y lo había vuelto vulnerable a otros virus que habrían invadido el ojo, un problema que tal vez podría tratarse con algún antivírico. De modo que Steven Yeh, oftalmólogo, introdujo una aguja finísima en el ojo de Crozier, extrajo unas cuantas gotas de líquido de la cámara interior y las envió al laboratorio. Cuando llegaron los resultados, se quedaron impresionados.
Para Crozier fue tremendamente inquietante enterarse de que seguía infectado por algo que parecía extraño y malévolo. "Me tomé como algo casi personal el hecho de que el virus pudiera estar dentro de mi ojo sin yo saberlo", relata. Se conocían casos de uveítis en algunos supervivientes del ébola de brotes anteriores y en el ojo del uno de los pacientes se había encontrado un virus, el de Marburg, emparentado con el del Ébola. Pero esos casos parecían poco frecuentes. The New England Journal of Medicine publicaba la pasada semana un artículo sobre el problema ocular de Crozier.
Otras pruebas adicionales pusieron de manifiesto que en las lágrimas y la superficie exterior del ojo de Crozier no había virus del ébola, por lo que no representaba un peligro para otras personas. Pero su caso hace pensar que los médicos que practican intervenciones quirúrgicas oculares a los supervivientes del ébola podrían estar en peligro. No se sabe cuánto tiempo puede permanecer el virus dentro del ojo.
Al principio, parecía que no se había producido ningún efecto. Pero una mañana, aproximadamente una semana después, Crozier se dio cuenta de que si giraba la cabeza hacia uno y otro lado, podía encontrar "espacios" y "agujeros" entre las obstrucciones del ojo y era capaz de ver a su hermano Mark, sentado a los pies de su cama.

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